La búsqueda de la verdad - Hugo J. Soler
- Shelter
- 28 jul 2020
- 3 Min. de lectura

Primera Generación de miembros familia Soler y Álvarez: mis papás, mi hermana y mis abuelitos en Abril 1997.
Cuando era un niño de 8 años tenía el deseo junto con mi familia de encontrar una religión que nos uniera, ya que teníamos problemas de unidad, y mi hermana ya había intentado quitarse la vida en su adolescencia. Mis padres siempre me inculcaron el amor a Dios y el usar la oración para comunicarnos con Él; siempre mi madre me contaba una historia que me gustaba para dormir todos los días, es la de Quetzalcóatl y al finalizar me decía que muchos decían que había sido Jesucristo que vino cientos de años antes y que había enseñado al pueblo acerca del amor y paz, desde que tengo uso de razón creí en las palabras de mi madre y siempre tenía esa seguridad que Jesucristo también nos ama a nosotros, por otro lado, cuando veía las películas bíblicas siempre tenía el deseo de poder servir a Dios como los profetas o apóstoles lo hicieron (en mi familia no comprendíamos porque Dios no haría lo mismo en estos tiempos ya que creíamos que el Dios verdadero no tendría porque ser diferente de lo que era en el pasado) tenía la ilusión de un día poder servirle y poder tener el poder de Él para poder ayudar a los demás. Mis padres buscaban en la religión, es decir (buscando a Dios), de poder ser un matrimonio unido y poder lograr lo mismo como familia, creo que el hecho de que mi hermana quisiera quitarse la vida motivó a todos a reconocer que necesitábamos de Dios, intentamos buscar en muchas religiones cuál era verdadera y sobre todo la que tuviera principios que nos unieran en lo siguiente, mi padre no le parecía que el rezo y la repetición de palabras fuera la manera de platicar con Dios, él siempre oraba y dialogaba con Él, no creíamos que una familia y el matrimonio debiera acabar después de morir, tampoco en dejar de escuchar música o no cantar el himno nacional y dar respeto a la bandera nacional, no queríamos unirnos a una religión nada más por el hecho de la necesidad, como comenté fuimos a muchas iglesias, cuando operaron a mi papá de una hernia llegaron a la puerta unos misioneros, aunque los vi como si fueran policías y me dio miedo al principio y preguntaron si estaba alguno de mis padres, le hable a mi mamá y ella abrió la puerta, y yo estaba a su lado escondiendo una escoba por si nos querían hacer daño, ellos se presentaron como misioneros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, después de presentarse y entablar una plática con mi mamá volvieron a la casa un sábado en la noche, lo que a mi me dio la seguridad que es la Iglesia verdadera y a mi familia consta de lo siguiente: Que Dios llamó a un profeta llamado José Smith ( mis padres siendo nacionalistas se desanimaron al escuchar que tenía que ser un estadunidense el profeta) pero ese sentimiento se disipó cuando continuaron diciendo, que Dios había restaurado la Iglesia de Jesucristo y que tenían la misma organización (profetas, apóstoles, setentas etc.), que había dado otra vez al hombre su sacerdocio (poder de Dios), que ese mismo sacerdocio permitía las ordenanzas de salvación como el bautismo, recibir el don del espíritu santo tal y como lo había constituido en la antigüedad, que las familias podían ser eternas gracias a esa autoridad dada otra vez (que jamás la muerte podría separarnos), que Jesucristo había venido al continente americano y que a nuestros antepasados realmente les vino a enseñar y mostrar sus milagros tal como lo hizo en Jerusalén y que podíamos saber la verdad por oración y revelación tal y como había hecho en la antigüedad con los profetas. Nos sentimos tan influenciados por un sentimiento tan agradable que no nos importaba nada más, también se nos enseñó que no teníamos que dejar de escuchar música y ni dejar de honrar y sostener la ley de nuestro país, al contrario que esa parte del evangelio ser buenos ciudadanos y patriotas en la nación que vivamos. Este es la pequeña anécdota de mis recuerdos de un niño de 8 años que Dios pudo cumplir sus sueños de unir a su familia y de poder conocer a Dios, se los comparto con cariño.
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